Cuando Miguel vio a aquellos matones acercarse lo entendió todo. Si no hacía algo, su existencia quedaría limitada al tiempo que tardaran en llegar esos hijos de puta.
Tenía la certeza de que alguien muy poderoso había dado la orden. Nada tendría que reprochar a sus asesinos si finalmente cumplían su cometido.
Solo había una forma de evitar el encuentro: matar a Dios. Si Éste no terminaba su Obra, Miguel no moriría.
Cuando el forense examinó el cuerpo sin vida del escritor una semana más tarde, supo enseguida que no había fallecido por causas naturales, sin embargo, la policía jamás encontró al asesino.
Los micro relatos me encantan. Muy bueno el tuyo.
ResponderEliminarHay un programa de radio por las mañanas, en la que todos los dias concursan tres microrelatos. Algunos son geniales.
Sigue escribiendo asi, me gusta.